Cap. 2 FINAL
La separé de mí y le dije que se lo pensara
fríamente, que podíamos hacernos daño y que por favor que no siguiera.
Ella me contestó que de acuerdo, que si eso era lo que quería yo, se lo pensaría.
Yo cogí mis cosas y me marché de su casa, tenía
que poner orden en mis pensamientos.
Me quedé con un fuego en mi interior que
deseaba apagar, la deseaba. Yo sabía que no me iba a arrepentir, pero sufría
por ella.
A los 5 minutos tocaba a la puerta de su casa.
Le dije que si seguía en pie todo lo que había
dicho y ella sólo se echó en mis brazos.
Ahí ya no hubo marcha atrás.
Nuestras bocas se buscaban desesperadamente,
nuestros cuerpos se fundían en abrazos como si sólo quisieran ser uno.
Muy despacito, la fui llevando al dormitorio y
la tumbé en la cama.
Mis dedos acariciaban su cara, sus labios, mis
ojos y los suyos se encontraron, nos deseábamos.
Poco a poco comencé a bajarle la tiranta de la
camiseta que llevaba, besando cada poro de su piel, ella se dejaba hacer.
Le quité la camiseta, sus pechos eran
preciosos, aunque todavía no quise quitarle el sujetador. Seguí besando su
cuerpo. Ella se estremecía y también me quito la camiseta.
Seguíamos abrazándonos, ninguna quería que el
tiempo pasara y todo iba muy despacio.
Seguí bajando por su cintura, hasta quitarle el
botón del pantalón y descubrir sus braguitas, las cuales besé. Seguí besando
el interior de su pierna, hasta quitarle el pantalón.
La tenía ante mí en ropa interior, era tan
hermosa.
Ella se pegaba todo lo que podía a mí, sedienta
de mis caricias.
He hizo lo mismo que yo, seguía mis pasos, me
dejó en ropa interior.
Se puso encima de mí, pegando su sexo al mío y
comenzó a moverse lentamente, se mordía los labios, el deseo iba creciendo.
Yo me incorporé un poco, mordiéndole los
pezones, hasta conseguir quitarle el sujetador que me estaba molestando.
Y saboree sus pechos, introduje su pezón en mi
boca, y mi lengua no paraba de jugar con él.
Mis manos recorrían su cuerpo, hasta llegar a
su sexo, estaba muy excitada y mojada.
Le estaba gustando y eso hacía que la deseara
más y sintiera más placer.
La quité de encima de mí y la puse a un lado,
nos quitamos mutuamente la poca ropa que nos quedaba, hasta quedar
completamente desnudas.
Seguíamos besando, no apagábamos nuestra sed,
mi boca dejó la suya para empezar un recorrido lento por todo su cuerpo.
Bajé por su cuello, su pecho, recreándome en
cada trozo de su piel por el que pasaba mi lengua, su vientre, hasta llegar a
su sexo.
Mi lengua se apoderó de él, al igual que mis
dedos, los introducía lentamente, mientras saboreaba su néctar.
Ella me acariciaba el pelo, me pedía que no
parase, gemía, sus gemidos eran cada vez más intensos hasta que la note que
llegaba, se puso tensa, arqueó su espalda y tuvo su primer orgasmo con una
mujer.
Me abracé a ella sintiendo como su corazón
galopaba salvajemente. Su respiración todavía seguía entrecortada.
Pero ahí no paró, quería probarme, quería hacerme
sentir ese placer que había sentido ella.
Y comenzó a besar todo mi cuerpo, a tocar mi
sexo, yo estaba muy excitaba y sabía que no iba a tardar mucho en llegar, ella
lo notó y entrelazó sus piernas a las mías, juntando nuestros sexos, comenzó un
baile sensual, mientras nos besábamos y acariciábamos, hasta llegar al clímax las
dos simultáneamente.
Nos abrazamos con una sonrisa en los labios y
nos quedamos dormidas.
A partir de ese momento, siguieron muchos días
de amor, y deseo, siempre queríamos más, estábamos sedientas, como si el tiempo
se nos escapara de las manos y quisiéramos aprovecharlo al máximo.
La amaba con locura, tenía todo lo que podía
esperar, todo lo que deseaba en esta vida.
Y ella había conseguido que me sintiera así.
La primera vez que me dijo "Te amo", mi
corazón por poco se paraliza.
Nadie se enteró de nuestra relación ya que fue
muy corta.
Sólo 3 meses.
Esa noche la esperaba en mi casa para cenar, me
llamó al móvil, se le notaba muy contenta, quería decirme algo, aunque no pude
sacarle nada, decía que me enteraría cuando llegara que era una sorpresa.
Sólo me dio un adelanto, me dijo que me amaba
con locura.
A los 20 minutos de su llamada, en mi calle,
sonó una ambulancia, me asomé a la ventana, lo único que veía era gente
arremolinada a un cuerpo que yacía en el suelo.
Empecé a ponerme nerviosa. ¡ No ! ¿Que estaba
pensando? Cada vez miraba más aterrada tras el cristal.
La llamé al móvil para relajarme y me contesto
un hombre.
Me dijo que era médico, que Patricia, según su
D.N.I., había sufrido un accidente y que si era familiar suyo.
Con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada lo único que pude
articular fue: "¿Desde que calle me llama?"
Era mi calle, bajé dando saltos, Patricia, Patricia, era lo único que salía de mi boca.
Al llegar, un sanitario no me dejó acercarme a
ella, estaban reanimándola.
A mí me tuvieron que dar un tranquilizante,
nadie me decía que le ocurría.
Hasta que al cabo de 10 minutos, el médico se
acercó a mí y lo vi en sus ojos.
"Lo siento, no hemos podido
hacer nada".
Patricia tuvo un infarto, algo poco común en
una persona joven, pero fue fulminante.
Hoy estoy aquí en su tumba, abrazada a su
lápida, derramando lágrimas de un dolor insoportable.
Aquí está enterrado su cuerpo y mi alma.
Esta carta es para ella, en cuanto termine de
leerla la enterraré aquí junto a ella.
¿Yo? Mi cuerpo vive, aunque estoy muerta en
vida. En mi interior no hay nada.
Espero que donde esté me espere.
Un día nos encontraremos y será para siempre
Nuestras almas se volverán a juntar y seremos
solo una.
Nunca te olvidaré,
DIANA